Los hechos se
dieron en el barrio Minuto de Dios, en Bogotá, en 1987. Jhonatan jugaba
en el jardín de su casa cuando llegó un amigo de la pareja sentimental de su
madre y le dijo que fueran a comprar dulces. Desde entonces no volvieron a
saber de su paradero.
Juan Jimenez
hermano de Jhonatan, observó toda la escena pero le dio pena ir a contarle a su
mamá que se estaban llevando a su hermano, pues estaba en ropa interior y había
una visita en la casa. Tampoco le pareció extraño que Camilo Guzmán se lo
llevara pues él era un amigo del trabajo de su padrastro, quien era sargento de
la Policía y la pareja sentimental de su madre. Desde ese momento comenzó el
calvario para poder encontrar a su hijo, según indicó la madre de Jhonatan
Despues de hacer
todo lo posible para poder localizar a su hijo junto con su familia, estaban
perdiendo la esperanza, pero un milagro sucedió El 2 de diciembre de 2019, Juan
el hermano de Jhonatan recibió un correo inglés que decía: “¡Oye! Soy John, de
34 años y actualmente vivo en Noruega. Fui adoptado en un orfanato en Colombia
a la edad de cuatro años. No tengo familia conocida, lo cual es parte de la
razón por la que tomé este examen… El resultado sugiere que eres mi medio
hermano, tío o sobrino, así que a menos que tú también seas adoptado, ¡parece
que estoy muy cerca de encontrar más información sobre lo que me pasó en
Colombia en los años 80!”.
Su familia
nunca supo que Juan estaba en la búsqueda de su hermano, pues no quería
"contagiarse de incredulidad". A su mamá solo le había dicho algunas
cosas que la hicieron pensar que lo estaba buscando.
“Mi hijo me
llamó. Yo estaba aquí en la casa, él oró por mí y después dijo: mamá, lo
encontré. Y yo le dije: ¡A Jhonatan! Y me dijo: sí. Cuando colgué yo gritaba,
dándole gracias a Dios, brincaba, subía, bajaba, llamé a mi familia y a mis
amigos”, dice Ana entre risas.
El 7 de enero de
2020 Jonathan se reencontró con su familia. Ese día lo recogieron en una chiva
con música en vivo que lo llevaría a la casa donde Ana, su madre, lo esperaba
con toda la familia.
El 28 de
noviembre su familia le celebró todos los cumpleaños que no habían podido
compartir con piñata y mariachis: fueron 29 pasteles, 29 regalos, 29 velas y 32
años de espera y sufrimiento que terminaron para esta familia.
Desde el día del reencuentro Ana se quitó un peso de encima, se siente enamorada, rejuvenecida, realizada. “Es un milagro porque donde él estaba era difícil de encontrarlo, eso no lo pudo hacer más que Dios y Él utilizó a mi hijo, porque encontrarlo era como encontrar una aguja en un pajar”, asegura.
No hay comentarios