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Los campesinos, los otros héroes

Belén de Umbría es un pequeño pueblo de Risaralda, cuyas montañas últimas limitan con el Chocó. Los fines de semana su parque solía vivir en ebullición hasta que llegó la cuarentena: jeeps repletos de productos agrícolas invadían la plaza de mercado, los campesinos llegaban al parque de Bolívar a tomar tinto y aguardiente. Se trata de una economía boyante alrededor de la agricultura. Allí se siembran los plátanos que terminan en una popular marca de frituras o frutas para los jugos envasados de una marca nacional. Es un pueblo minúsculo que casi nadie conoce, pero que hoy todavía alimenta a miles de colombianos.

María Eugenia Marín, presidenta de la Asociación de Paneleros de Belén de Umbría (Asopabel), no ha abandonado su finca desde que empezó la cuarentena. Con su esposo, José Bernardo, se encargan de mantener los plátanos a punto y de asegurar sus alimentos diarios: tienen gallinas ponedoras contentas –con música clásica cuando las encierran– y un trapiche familiar, que ha sobrevivido a través de tres generaciones. Dice María Eugenia que los trapiches no han dejado de funcionar por estos días, se sigue produciendo para mantener las alacenas de muchos.


En el pueblo decidieron cerrar las conexiones a las veredas con un policía que hace guardia. Entonces, los campesinos ingresan al municipio según el número con el que termina la cédula al igual que los productores. “La panela la estamos descargando todos los sábados. Se entra a la plaza de mercado según un orden establecido, todos llevan tapabocas, guantes y desinfectante. Además, hay que registrar la placa del carro repartidor, de esa manera la Alcaldía controla que nadie se cuele durante la cuarentena. Ahora es momento de mantener a los campesinos sanos”.
Mientras que las industrias se detienen y los precios del petróleo, el carbón y la energía caen, y las grandes empresas del mundo se enfrentan a una recesión impensada, los campesinos continúan, y en las grandes ciudades solo hay una preocupación: que no falte la comida, el agua, todo lo demás se hace prescindible

Hasta el momento, ninguna ciudad del país está desabastecida. Las fotografías de estantes vacíos, que tanta alarma han causado en otros países, no se han registrado en Colombia –solo unos cuantos se enloquecieron con el papel higiénico–. Según el Ministerio de Agricultura, en febrero ingresaron a las centrales de abastos 468.376 toneladas de alimentos, la misma cantidad respecto al mes anterior, antes de que comenzara la emergencia sanitaria.

Siempre se ha sabido que Colombia tiene una fortaleza agrícola importante: más del 80 por ciento de los alimentos que se consumen en el país son sembrados aquí. En medio de esta pandemia, el campesinado, por décadas golpeado por la violencia y el olvido, debe ser protegido y respaldado. Ahora es importante, como dice el secretario de Agricultura de Antioquia, Rodolfo Correa, nacionalizar alimentos como el arroz y el maíz, cuyas importaciones han barrido con la producción local. Además, es hora de tecnificar la industria, pues no más del 10 por ciento de los cultivadores usa tecnología.

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